miércoles, 12 de octubre de 2011

¿Qué mejor comienzo que un tipicazo?

   Érase una vez un águila. A simple vista, no se diferenciaba tanto del resto de su especie. Bajo esa apariencia grandiosa e intimidante, se encuentra un pequeño e inocente animal, incapaz de actuar de la misma manera que sus semejantes. A nuestro animal no le valía con volar en busca de algo de lo que alimentarse, él quería surcar los cielos y sentirse libre, llegar dónde nadie antes. Un buen día, entre sus fallidos intentos de cambiar su mundo, se encontró con un gran halcón, el cual en un principio, parecía compartir sus mismos sueños de grandeza y estar dispuesto a ayudarle a llegar a sus metas. Pero, dada su ingenuidad y su falta de experiencia, confió demasiado pronto en él. Y antes de haberse apenas dado cuenta, le dio en el lugar dónde mas daño le podría causar: sus ganas de soñar. Y pasó largo tiempo estancado en tierra, sin ganas de remontar su vuelo, creyendo que sus aspiraciones no eran más que fantasías. Pero, una tarde observando el cielo azul, encontró su respuesta, alguien igual qué él junto a quien decidió volar y ver cumplidos sus sueños. Y esta vez no fallaría, no sabía exactamente cómo, pero confiaba plenamente en ello.

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